viernes, 14 de marzo de 2014

Las barberías

Ramón se llamaba el barbero de mi papá, y el mío. A la barbería me gustaba ir, porque el barbero te hacía cosquillitas al cortarte el pelo. Pero los hombres iban a la barbería, sobre todo, a afeitarse. Solían ir dos veces por semana, y los días en que los barberos estaban más ocupados eran los martes y miércoles, y los sábados y domingos. Los lunes cerraban por descanso semanal. También hacían muchos servicios a domicilio. Llevaban una bacina, especie de palanganita donde mojaban la brocha, después la enjabonaban y hacían espuma con la que pintaban la cara del cliente, espuma que luego quitaban con una reluciente navaja de afeitar plegable que afilaban antes de pasarla por la cara. Esta operación la hacían dos veces por cada afeitado. Una vez limpia y afeitada la cara, aplicaban una loción de olor alcanforado fuerte, cobraban, y a otra cosa.
A mi nunca me han afeitado en la barbería. Yo ya llegué a mi pubertad con las primeras maquinillas Philips de dos cabezales, y con las hojitas Filomatic de muchos usos, todo un alarde de modernidad.

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