sábado, 15 de marzo de 2014

El coco del jabón

Al lado del Grupo Escolar, de les Escoles, estaba la fábrica de jabón "EL SOL". Ocupaba toda una manzana, al oeste de la escuela, tenía una chimenea muy alta y un letrero que ocupaba toda la fachada, que decía, más o menos, FÁBRICA DE JABONES Y TURTÓS. Eso del turtós yo nunca supe qué era, pero los alrededores de la fábrica olían bien. Era de la familia de los Navarro, ricos del pueblo y benefactores, pues aquella fábrica daba mucho trabajo a la gente. El jabón que fabricaban era tipo "lagarto", marrón clarito, para lavar la ropa, y también envasaban jabón en escamas, que vendían en una cajita de cartón con un dibujo de una mamá lavando el culo a un niño de raza negra, y por donde había pasado la esponja enjabonada ya había saltado el color negro de su piel, y aparecía blanca. Alrededor de la fábrica siempre había algún camión que iría a llevarse mercancías o a traer suministros. Y el camión que más alegría nos daba era el que traía cocos, un camión cargado de de trozos de coco. El coco que traían, hoy sé que estaba rancio, sabía a rancio, la carne normalmente blanca era de color marrón, seco de haber estado al sol, o quién sabe dónde ni cuánto tiempo. Lo usarían para extraer de él los aceites con los que fabricar el jabón.
Nosotros, al ver llegar el camión del coco, lo asaltábamos y recogíamos todos los trozos que podíamos, para luego comérnoslos o negociar con ellos el cambio por cromos, o por bolas, o por algún otro tesoro. ¡Qué rico nos parecía aquel rancio bocado!

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