Al lado del Grupo Escolar, de les Escoles, estaba la fábrica de jabón "EL SOL". Ocupaba toda una manzana, al oeste de la escuela, tenía una chimenea muy alta y un letrero que ocupaba toda la fachada, que decía, más o menos, FÁBRICA DE JABONES Y TURTÓS. Eso del turtós yo nunca supe qué era, pero los alrededores de la fábrica olían bien. Era de la familia de los Navarro, ricos del pueblo y benefactores, pues aquella fábrica daba mucho trabajo a la gente. El jabón que fabricaban era tipo "lagarto", marrón clarito, para lavar la ropa, y también envasaban jabón en escamas, que vendían en una cajita de cartón con un dibujo de una mamá lavando el culo a un niño de raza negra, y por donde había pasado la esponja enjabonada ya había saltado el color negro de su piel, y aparecía blanca. Alrededor de la fábrica siempre había algún camión que iría a llevarse mercancías o a traer suministros. Y el camión que más alegría nos daba era el que traía cocos, un camión cargado de de trozos de coco. El coco que traían, hoy sé que estaba rancio, sabía a rancio, la carne normalmente blanca era de color marrón, seco de haber estado al sol, o quién sabe dónde ni cuánto tiempo. Lo usarían para extraer de él los aceites con los que fabricar el jabón.
Nosotros, al ver llegar el camión del coco, lo asaltábamos y recogíamos todos los trozos que podíamos, para luego comérnoslos o negociar con ellos el cambio por cromos, o por bolas, o por algún otro tesoro. ¡Qué rico nos parecía aquel rancio bocado!
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