martes, 13 de mayo de 2014

La acetona

   Siempre que me ponía enfermo me daba acetona. Era muy molesto. Empezaba con los zumbidos y pesadillas propias de la fiebre por unas anginas, o un catarro, y en seguida llegaban las ganas de vomitar. Mi padre recogía una muestra de orina, la llevaba a analizar, y volvía diciendo: "El nene tiene tres cruces de acetona". La solución era: Una inyección de Sincitina, que mi papá me ponía en el muslo, y no comer grasas ni proteínas, sólo azúcares.
     La inyección la soportaba muy bien, era como una caricia más de mi papá, mucho mejor que vomitar, pero la dieta me venía más cuesta arriba, pues a mí  me apetecía mucho más el queso y los huevos que no los caramelos o las uvas moscatel que con tanto mimo cultivaba mi abuelito Quico.
    Mi hijo tabién padeció de acetona, pero lo solucionábamos con supositorios, y nada de dieta, y mis nietos... no tengo noticias de que hayan padecido esta molesta enfermedad.