miércoles, 5 de marzo de 2014

El yogur

En verano padecíamos muchas molestias intestinales, debido seguramente a que no había frigoríficos para conservar los alimentos. Mi padre decía que los franceses que venían de turismo a Alicante no padecían diarreas porque tomaban yogur. ¿Yogur?. Sí, leche agria y cuajada; solo lo vendían en una farmacia de Alicante, en la avenida de Jijona, nº 42. Lo fabricaba el farmacéutico en su rebotica, y lo vendía en tarros de cristal que, como era costumbre, una vez vacíos y limpios se devolvían para su uso posterior.
La primera vez que lo probé me dio asco. Pero, una vez soportada la primera sensación, quedaba en el paladar un regusto no muy desagradable que poco a poco iba convirtiéndose en placentero.
Pero cuando el yogur tomó su alternativa como alimento de primer orden fue cuando en la siguiente diarrea sustituyó los tazones de sustancia de arroz que me tocaba tomar como alimento exclusivo, y que a mí no me gustaban en absoluto.
La sustancia de arroz era un líquido espeso, dulzón que se obtenía cociendo durante largo tiempo arroz con una corteza de limón; ¡si al menos le hubiesen echado algo de sal...!
Y así fue como mi padre introdujo este nuevo alimento en mi casa, años antes de que su distribución fuese general, que fue cuando empezaron a usarse de forma generalizada los frigoríficos en tiendas y hogares, y hoy tan común en nuestra dieta diaria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario