martes, 4 de marzo de 2014

La higiene personal

Durante la semana nos lavaban la cara, las manos y las rodillas con una esponja jabonosa o en el lavabo. El lavabo era un mueble de 4 patas, como una mesita, en el que había en la parte superior una palangana con desagüe que se tapaba para llenarla de agua, y se destapaba para vaciarla. El agua caía en un cubo que se ponía debajo. A cada lado tenía dos brazos donde colgar las toallas y en frente un espejo basculante alrededor de un eje horizontal, para poderte ver, según tu estatura. Le faltaba el grifo, que como no había agua corriente se sustituía por un jarrón alto y estrecho en el que cabrían varios litros de agua.
En invierno, los domingos tocaba baño, y eso lo hacían en una cubeta de metal galvanizado, que llenaban a medias con agua calentada al fuego, metían al niño, y ¡a bañarse tocan! En Denia, en verano, el baño de los niños era al aire libre y se hacía con agua calentada al sol. Recuerdo que lo que peor llevaba del baño era la limpieza de las orejas; lo soportaba peor que el escozor que producía el agua jabonosa al entrar en los ojos.
Los mayores no sé cómo se lavaban el cuerpo, ellos me han contado que "por partes". En Alicante podían ir, si tenían dinero, a los balnearios que había en la playa, donde durante todo el año podías alquilar una habitación y darte un baño en una bañera con agua caliente, del mar, claro. Todo un lujo era eso de bañarse...

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