Era normal que por las calles pasaran toda clase de oficios, que a voz en grito, y cada cual con su cantinela particular, anunciaba sus servicios:
* El aguador, que en Monóvar se llamaba Silvestre, repartía cántaros de agua potable.
* El paragüero, que arreglaba paraguas.
* El estañador, que arreglaba cubos metálicos con estaño, y a los lebrillos de barro cocido que se habían agrietado les ponía grapas.
* El colchonero, que reparaba y regeneraba los colchones.
* El afilador, que tocaba una flauta y con su bicicleta ponía en marcha la rueda de afilar cuchillos y tijeras.
* La panadera que, con unas cestas de mimbre enormes, repartían pan por las casas, y ensaimadas, madalenas, rollos. ...
* El arropero, que vendía arrope y calabaza dulces.
En Alicante, por las mañanas en verano me despertaba el horchatero, que gritaba: "Ye sivà, Ye sivà" ; iba con una carretilla y llevaba horchata y agua cebada (aigua sivà). Y también llevaba ensaimadas, rollitos morenitos y otros dulces para el desayuno. Por la tarde pasaba otra vez, pero como yo no dormía la siesta... no me despertaba.
En Alicante, por las mañanas en verano me despertaba el horchatero, que gritaba: "Ye sivà, Ye sivà" ; iba con una carretilla y llevaba horchata y agua cebada (aigua sivà). Y también llevaba ensaimadas, rollitos morenitos y otros dulces para el desayuno. Por la tarde pasaba otra vez, pero como yo no dormía la siesta... no me despertaba.
Pero a mí el que más me gustaba era el chambitero, que iba con su carrito de helados y vendía cortes, polos y chambis. Aunque pocas veces me compraban un helado, traía la esperanza de que alguna vez sucediera.
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