martes, 25 de febrero de 2014
El aguador
Silvestre se llamaba e iba con una carretilla con tres cántaros por la calle, repartiendo su contenido por las casas. Cuando se le vaciaban los cántaros, volvía a ir a la fuente, los llenaba de agua, y vuelta a empezar; o bien le encargabas que te trajera agua, o bien él llamaba por si necesitabas de sus servicios. Por cada servicio, cobraba un dinero, y así se ganaba la vida. Pero siempre había algún chiquillo "travieso", que cuando Silvestre estaba vaciando un cántaro dentro de la casa, le echaba alguna piedra u otra cosa dentro de los cántaros que se habían quedado en la carretilla. Mi vecinita de abajo, que tenía la misma edad que yo y que se llamaba Mari Gloria, era "traviesa". Y cuando Silvestre descubrió una de sus travesuras, recuerdo que decía: "¡Mari Gloria, Mari Gloria!, ¡¡Mari Infierno tenías que haberte llamado!!"
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